martes, 22 de enero de 2013

Ética y evaluación educativa


Ética y evaluación educativa
«Las prácticas evaluadoras, como prácticas sociales y educativas que son, tienen importantes implicaciones éticas en la vida de los individuos, por ello el docente debe ser consciente de cómo mediante la evaluación puede estar ejerciendo el poder asumiendo el desequilibro de fuerzas que existe entre el evaluador y los evaluados» (Moreno, 2011).

La ética es una rama de la filosofía que estudia qué es lo moral, cómo se justifica racionalmente un sistema moral, y cómo se ha de aplicar posteriormente a nivel individual y a nivel social. La ética requiere de la reflexión y de la argumentación. En la vida cotidiana constituye una reflexión sobre el hecho moral, busca las razones que justifican la utilización de un sistema moral u otro. Los procesos educativos son actividades relacionadas con las prácticas sociales, por ello conllevan una ineludible carga moral.
Evaluar significa emitir juicios, establecer comparaciones, clasificar. La evaluación es la acción de estimar, apreciar, calcular o señalar el valor de algo. Es la determinación sistemática del mérito, el valor y el significado de algo o alguien en función de unos criterios respecto a un conjunto de normas.
En todos los procesos de enseñanza aprendizaje el docente indaga sobre los logros de sus alumnos a través de evaluaciones formales e informales y emite juicios de valor respecto a las actuaciones y progresos de los alumnos. No se trata de una práctica ocasional sino que se produce de forma continuada, de ahí que la evaluación se convierta en una práctica unida al propio proceso formativo e ineludible por parte del docente. Ello se manifiesta en los diseños curriculares que contemplan la evaluación como uno de sus elementos fundamentales, reflejándose en las planificaciones de los programas que ya prevén "qué, cómo y cuándo" se evaluará a los estudiantes.
Las prácticas docentes y las práctica evaluativas no se pueden ni deben anteponer unas a las otras porque forman parte del mismo proceso educativo. La evaluación guía el aprendizaje, es inherente a él, no se puede separar; evaluación y aprendizaje configuran el propio proceso educativo, a la vez que son partes del mismo. "Los métodos de evaluación tienen una influencia indudable en cómo y en qué aprenden los alumnos, más que muchos otros factores que inciden directamente en el proceso educativo" (Mateo; Martínez, 2005)
La relación que se establece entre el docente y los alumnos en los procesos educativos es una relación asimétrica dado que el primero ostenta los conocimientos, establece los objetivos a alcanzar y los criterios de la evaluación, así como el grado en que se han alcanzado. "El poder que detenta el educado en el acto de evaluación está dado por la situación asimétrica que caracteriza la relación didáctica" (Ormart, 2004:104). "El maestro ejerce poder sobre los alumnos porque aquél ostenta la capacidad de evaluarlo" (Fernández, 2002:59).
La cuestión se plantea en cómo se ejerce este poder que la relación de asimetría proporciona al docente, de ahí que surjan dilemas morales, planteamientos éticos respecto a cómo utilizamos la evaluación: ¿para reforzar nuestro poder, o nuestra autoestima?, ¿para controlar a los alumnos?, ¿para clasificarlos en buenos y malos?, ¿para satisfacer los intereses de las instituciones educativas?
También conviene no olvidar que existen otros elementos que pueden mediar en las prácticas evaluativas docentes como son dejarse influir (de forma más o menos consciente) por comentarios de compañeros respecto a determinados grupos o por prejuicios preestablecidos (el grupo de mañana obtiene mejores resultados que el de tarde) y que pueden influir en los resultados de la evaluación.
Ser consciente de la situación privilegiada de autoridad y poder, reflexionar sobre qué se entiende por evaluación, reconocer el modelo evaluativo con el qué uno se identifica, y plantearse la finalidad de la misma le proporcionará al docente información en cuanto a cómo la utiliza, le permitirá hacer un uso indebido de la misma y será capaz de auto regularse.
"La visión ética de la evaluación, nos hace levantar la mirada y realizar un examen crítico del quehacer profesional, en términos de captar elementos de nuestro actuar docente que reflejan modos de comprender y regular nuestra práctica" (Silva, 2003:86).
Los aspectos éticos en los procesos de evaluación que los docentes realizan requieren de éste examen crítico del quehacer diario acompañado de grandes dosis de "sentido común", que nunca debe olvidarse. Cierto es que existen guías que orientan tanto en los aspectos más técnicos de la evaluación, como en los principios éticos que está debe contemplar; sin embargo, no existen recetas solucionadoras de estos dilemas, por ello una buena guía es el "sentido común", y ser honesto y honrado con uno mismo para serlo con los alumnos.

Bibliografía
Fernández Sierra, J. (2002). Evaluación del rendimiento, evaluación del aprendizaje. Madrid: Akal/Universidad Internacional de Andalucía.
Mateo, J.; Martínez, F. (2005). L’avaluació alternativa dels aprenentatges. Barcelona: ICE de la UB, pp. 23-47. Disponible en: http://www.ub.edu/ice/universitat/index.htm
Moreno, T. (2011). Consideraciones Éticas en la Evaluación Educativa. REICE. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 9 (2), pp. 130-144. Disponible en: http://www.rinace.net/reice/numeros/arts/vol9num2/art09.pdf
Ormart, Elizabeth (2004). La ética en la evaluación educativa. Granada: Etic@net Nº 3 ISSN: 1695-324X [en línea]
Silva, M. (2003). Desafíos éticos de la evaluación educacional. Revista Enfoques Educacionales. Volumen Nº 5 (1), pp 81-86

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