Ética y evaluación educativa
«Las prácticas
evaluadoras, como prácticas sociales y educativas que son, tienen importantes
implicaciones éticas en la vida de los individuos, por ello el docente debe ser
consciente de cómo mediante la evaluación puede estar ejerciendo el poder
asumiendo el desequilibro de fuerzas que existe entre el evaluador y los
evaluados» (Moreno, 2011).
La ética es
una rama de la filosofía que estudia qué es lo moral, cómo se
justifica racionalmente un sistema moral, y cómo se ha de aplicar
posteriormente a nivel individual y a nivel social. La ética requiere de la
reflexión y de la argumentación. En la vida cotidiana constituye una reflexión
sobre el hecho moral, busca las razones que justifican la utilización de un
sistema moral u otro. Los procesos educativos son actividades relacionadas con
las prácticas sociales, por ello conllevan una ineludible carga moral.
Evaluar
significa emitir juicios, establecer comparaciones, clasificar. La evaluación es la acción de estimar, apreciar, calcular
o señalar el valor de algo. Es la determinación sistemática del mérito, el
valor y el significado de algo o alguien en función de unos criterios respecto
a un conjunto de normas.
En
todos los procesos de enseñanza aprendizaje el docente indaga sobre los logros
de sus alumnos a través de evaluaciones formales e informales y emite juicios
de valor respecto a las actuaciones y progresos de los alumnos. No se trata de
una práctica ocasional sino que se produce de forma continuada, de ahí que la
evaluación se convierta en una práctica unida al propio proceso formativo e ineludible
por parte del docente. Ello se manifiesta en los diseños curriculares que contemplan
la evaluación como uno de sus elementos fundamentales, reflejándose en las
planificaciones de los programas que ya prevén "qué, cómo y cuándo"
se evaluará a los estudiantes.
Las
prácticas docentes y las práctica evaluativas no se pueden ni deben anteponer
unas a las otras porque forman parte del mismo proceso educativo. La evaluación
guía el aprendizaje, es inherente a él, no se puede separar; evaluación y
aprendizaje configuran el propio proceso educativo, a la vez que son partes del
mismo. "Los métodos de evaluación tienen una influencia indudable en
cómo y en qué aprenden los alumnos, más que muchos otros factores que inciden
directamente en el proceso educativo" (Mateo; Martínez, 2005)
La
relación que se establece entre el docente y los alumnos en los procesos
educativos es una relación asimétrica dado que el primero ostenta los
conocimientos, establece los objetivos a alcanzar y los criterios de la
evaluación, así como el grado en que se han alcanzado. "El poder que
detenta el educado en el acto de evaluación está dado por la situación
asimétrica que caracteriza la relación didáctica" (Ormart, 2004:104). "El
maestro ejerce poder sobre los alumnos porque aquél ostenta la capacidad de
evaluarlo" (Fernández, 2002:59).
La
cuestión se plantea en cómo se ejerce este poder que la relación de asimetría
proporciona al docente, de ahí que surjan dilemas morales, planteamientos
éticos respecto a cómo utilizamos la evaluación: ¿para reforzar nuestro poder,
o nuestra autoestima?, ¿para controlar a los alumnos?, ¿para clasificarlos en
buenos y malos?, ¿para satisfacer los intereses de las instituciones
educativas?
También
conviene no olvidar que existen otros elementos que pueden mediar en las
prácticas evaluativas docentes como son dejarse influir (de forma más o menos
consciente) por comentarios de compañeros respecto a determinados grupos o por
prejuicios preestablecidos (el grupo de mañana obtiene mejores resultados que
el de tarde) y que pueden influir en los resultados de la evaluación.
Ser
consciente de la situación privilegiada de autoridad y poder, reflexionar sobre
qué se entiende por evaluación, reconocer el modelo evaluativo con el qué uno
se identifica, y plantearse la finalidad de la misma le proporcionará al
docente información en cuanto a cómo la utiliza, le permitirá hacer un uso
indebido de la misma y será capaz de auto regularse.
"La
visión ética de la evaluación, nos hace levantar la mirada y realizar un examen
crítico del quehacer profesional, en términos de captar elementos de nuestro
actuar docente que reflejan modos de comprender y regular nuestra
práctica" (Silva, 2003:86).
Los aspectos
éticos en los procesos de evaluación que los docentes realizan requieren de
éste examen crítico del quehacer diario acompañado de grandes dosis de "sentido
común", que nunca debe olvidarse. Cierto es que existen guías que
orientan tanto en los aspectos más técnicos de la evaluación, como en los
principios éticos que está debe contemplar; sin embargo, no existen recetas
solucionadoras de estos dilemas, por ello una buena guía es el "sentido
común", y ser honesto y honrado con uno mismo para serlo con los alumnos.
Bibliografía
Fernández
Sierra, J. (2002). Evaluación del rendimiento, evaluación del aprendizaje.
Madrid: Akal/Universidad Internacional de Andalucía.
Mateo, J.; Martínez, F. (2005). L’avaluació alternativa dels aprenentatges.
Barcelona: ICE de la UB, pp. 23-47. Disponible en: http://www.ub.edu/ice/universitat/index.htm
Moreno, T.
(2011). Consideraciones Éticas en la Evaluación Educativa. REICE. Revista Iberoamericana sobre
Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 9 (2), pp. 130-144. Disponible en: http://www.rinace.net/reice/numeros/arts/vol9num2/art09.pdf
Ormart,
Elizabeth (2004). La ética en la evaluación educativa. Granada: Etic@net
Nº
3 ISSN: 1695-324X [en línea]
Silva,
M. (2003). Desafíos éticos de la evaluación educacional. Revista
Enfoques Educacionales. Volumen Nº 5 (1), pp 81-86
No hay comentarios:
Publicar un comentario